|
|
Restaurador
y patriota nativo de Puerto Plata. Naci� en el a�o
de 1839. Hijo de Nicolasa Luper�n una inmigrante de
color inglesa, due�a de un ventorrillo y para qui�n
de ni�o, tuvo que vender pi�onate en una bandeja por
las calles, para ayudar al sostenimiento del hogar.
Aprendi� primero el ingl�s, lengua que se hablaba en
su casa, que el espa�ol. Cuando apenas ten�a catorce
a�os, mostraba una fuerza de car�cter y una
dedicaci�n al trabajo de hombre hecho y derecho, lo que hizo que
Pedro Eduardo Dubocq, comerciante
establecido en Puerto Plata, lo encargara de dirigir
los trabajos de cortes de madera que ten�a en Jamao.
Desempe�� este trabajo a cabalidad, aprovechando
adem�s la biblioteca existente en la casa de campo
que el se�or Dubocq pose�a en el lugar, para
cultivar su esp�ritu.
Teniendo solamente veintid�s a�os
cuando se produce la anexi�n, el joven Luper�n
siente en lo m�s �ntimo de su ser, la rebeld�a
contra el nuevo estado de cosas y, solo, castiga a
los malos dominicanos que se atreven, en su
presencia, a menospreciar lo dominicano. Habi�ndole
dado una paliza a uno de �stos, fue hecho preso pero
escap� de la c�rcel, buscando refugio en Hait� desde
donde se traslad� a los Estados Unidos. Poco tiempo
despu�s regres� clandestinamente por Monte Cristi,
tomando parte en el levantamiento de Sabaneta en
1863.
Derrotados los insurrectos, se retir�
a las monta�as y desde ellas busc� refugio en La
Vega, fomentando clandes�tinamente la rebeli�n,
hasta que, despu�s del Grito de Capotillo se uniera
al sitio de Santiago, d�ndosele la jefatura de un
Cant�n y poco despu�s el rango de General. Hombre de
un "valor fabuloso" como fue calificado siempre,
descoll� de inmediato de entre sus compa�eros, por
su acen�drado patriotismo y por su combatividad
iniciativa en la acci�n. Reconocidos sus m�ritos por
el Gobierno de Santiago, se le design� Jefe Superior
de Operaciones en la Provincia de Santo Domingo,
donde deb�a enfrentar al grueso del ej�rcito
espa�ol, comandado por Pedro Santana.
Las grandes dotes de guerrero de
Luper�n fueron puestas de manifiesto en la campa�a
que llev� a cabo contra el poderoso y disciplinado
ej�rcito espa�ol, puesto que en inferioridad de
hombres, de armas y de medios, supo desarrollar una
guerra de guerrillas que desgast� a la poderosa
fuerza espa�ola.
Independiente en la forma de llevar
la guerra se malquist� con sus superiores por lo que
se le relev� del mando. Regres� a Santiago, dond�
acept� el cargo de Vicepresidente de la Junta
Gubernativa. Restaurada la Rep�blica regresa a su
pueblo rodeado de la admira�ci�n y el cari�o del
pueblo dominicano que reconoce en �l, al m�s firme
palad�n de los ideales patrios. Desde all� se opone
al regreso al poder de B�ez y es expulsado del pa�s,
pero a los pocos meses est� nuevamente de regreso
integrando el movimiento llamado del Triunvirato que
en poco tiempo derroca a B�ez y se hace gobierno.
Disuelto el Triunvirato en 1866 en
favor de la constitucionalidad, asume la Presidencia
de la Rep�blica el General Jos� Mar�a Cabral.
Derrocado el gobierno de Cabral en
1868, Luper�n se ve obligado a salir de la
Rep�blica, desde donde despliega una intensa campa�a
de oposici�n a las pretensiones anexionistas de B�ez
y logra preparar una expedici�n, llamada del
Tel�grafo, por el nombre del barco que se utiliz�
para la misma. Fracasada la expedici�n
revolucionaria por la intervenci�n de los Estados
Unidos, tuvo que alejarse de las costas dominicanas.
Sin embargo, ante la inminencia de la posible
anexi�n a los Estados Unidos, Luper�n no desmaya en
su lucha contra B�ez y los anexionistas, recabando
el apoyo de la opini�n p�blica latinoamericana y
enviando protesta tras protesta al Senado de los
Estados Unidos.
Expulsado B�ez del poder por la
Revoluci�n Unionista en 1873, pudo Luper�n retirarse
a Puerto Plata, aunque manteni�ndose siempre alerta,
para defender la integridad de la Rep�blica y la
libertad ciudadana. Al ascender al poder Ulises
Espaillat, Luper�n accede a desempe�ar el cargo de
Ministro de Guerra y Marina por entender que deb�a
cooperar con un gobierno respetuoso de los derechos
ciudadanos, presidido por un pa�triota esclarecido
como Don Ulises Espaillat. A pesar del decidido
apoyo de Luper�n, el Presidente Espaillat se vio
obligado a renunciar.
Nuevamente exilado, Luper�n debe
esperar m�s de dos a�os, que sus antiguos enemigos
Gonz�lez y B�ez se alternen en el poder para
regresar nuevamente a la patria.
Al ser derrocado el gobierno de
C�sareo Guillermo, se establece un gobierno
Provisional presidido por Luper�n, con sede en
Puerto Plata, que, durante los catorce meses de su
ejercicio, trajo la paz, la libertad y el progreso
al pueblo dominicano, llevando al pa�s a unas
elecciones limpias en 1880 en que fue electo
Presidente de la Rep�blica el Presb�tero Fer�nando
Arturo de Meri�o, respaldado por Luper�n, que m�s
tarde se retir� a Europa siendo designado Enviado
Extraordinario y Ministro Plenipotenciario.
Regresado al pa�s es nombrado Delegado del Gobierno
en el Cibao durante el r�gimen de Francisco Gregorio
Billini y as� al renunciar �ste en 1885, se
encuentra del lado del Vicepresidente Alejandro Woss
y Gil.
Al estallar la revoluci�n en 1886,
desde su cargo Luper�n se enfrenta a �sta en Puerto
Plata contribuyendo al triunfo de Ulises Hereaux y
la ascensi�n de este a la Presidencia en 1887.
Arrepentido, tempranamente, al darse
cuenta del car�cter y las inten�ciones dictatoriales
de Lil�s, se va al exterior a combatirlo, pero no
pudo realizar una campa�a efectiva, por la falta de
apoyo del Gobierno Haitiano. Enferm� de gravedad en
Saint Thomas y fue buscado por el mismo Ulises
Hereaux, muriendo en su pueblo natal el 21 de mayo
de 1897. |